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El día que mi mundo cambió

El día que mi papá falleció mi corazón se quebró de una manera que nunca había

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experimentado. Aunque un día antes logramos despedirnos y de alguna manera compartir ese último instante que ahora guardo como un tesoro, nada me preparó para enfrentar la realidad: no verlo más, no esperar un mensaje, no escuchar su voz. Esos silencios se vuelven pesados, y aunque sé que está en la presencia de Dios, la ausencia sigue doliendo en la tierra.

El duelo no es una teoría, ni un concepto que se entiende leyendo un libro o escuchando a otros hablar. El duelo es un golpe que atraviesa el cuerpo y el alma. Desde aquel día he sentido un cansancio diferente, un agotamiento que no se alivia con dormir; he experimentado náuseas, un estómago irritado, una mente dispersa que se niega a concentrarse, y una tristeza que aparece sin avisar en medio de la rutina más sencilla. Descubrí que el dolor no solo se expresa en lágrimas, sino también en un cuerpo que se debilita y en un corazón que parece quedarse sin fuerzas.

Sin embargo, en medio de esta oscuridad también he vivido algo inesperado: a Dios más cerca que nunca. No llegó con respuestas rápidas, ni con explicaciones a cada porqué, sino con Su silencio lleno de compañía. Un silencio que abraza, que sostiene y que, aunque no resuelve todas mis preguntas, me recuerda que no estoy sola. En las noches donde pensé que no podría más, Él me recordó con ternura lo que dice Su Palabra: “Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón” (Salmo 34:18). Y en ese versículo encontré más que consuelo: encontré un recordatorio de que mi dolor no es invisible para Dios.

Este blog nace de allí: de mi duelo, de mis días difíciles y de la esperanza que, a pesar de las lágrimas, me sostiene. No escribo porque tenga todas las respuestas ni porque ya haya terminado este proceso, sino porque he descubierto que escribir también sana. Y porque sé que quizás tú también llevas una herida en el corazón: una noticia inesperada, un diagnóstico difícil, una despedida repentina… algo que de un momento a otro cambió tu vida.

He aprendido que conocer a Dios en el quebrantamiento es experimentar a un Dios real y amoroso. No un Dios lejano, sino un Padre que se mete en las profundidades de la herida y abraza cada área de tu vida. Él no solo está en las victorias, en los días de alegría o en los altares encendidos de celebración; también está en el silencio, en las ausencias y en cada lágrima que parece no tener fin.

Quiero invitarte a caminar conmigo en este proceso. Aquí compartiré lo que he aprendido, lo que todavía estoy procesando y lo que Dios me ha mostrado en medio de las lágrimas. No tengo un manual perfecto para el duelo, pero sí un testimonio vivo de que, en medio del dolor, todavía hay vida, propósito y esperanza.



Oración

Señor, acompaña cada corazón que hoy atraviesa un duelo. Sé consuelo en medio de las ausencias, fortaleza en la debilidad y luz en las noches oscuras. Amén.


💭 Para reflexionar

  • ¿Qué recuerdo de tu ser querido es hoy un refugio para ti?

  • ¿Cómo has sentido a Dios cerca en medio del dolor?

 
 
 

1 comentario


Mayela Chavarría
17 ago

Hermosos Adri llega al corazón el año pasado perdí a mi bebé de 10 semanas de embarazo y este año en febrero perdí otro y no hay explicación de lo que se siente como tú dices algo hasta en nuestro cuerpo que no sentimos fuerzas algo que no se puedes explicar y que muchos entenderán siempre dolerá la partida de alguien que amas pero que nuestro refugio sea siempre Dios te bendiga Adri

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