La Belleza Sanadora de Escribir
- Avivarte COSTA RICA
- 2 ene
- 3 Min. de lectura

Escribir es mucho más que una forma de expresión; es una herramienta poderosa que tiene la capacidad de sanar el alma y conectar nuestro ser más profundo con Dios. Desde que era pequeña, escribir ha sido una de mis pasiones más grandes, una pasión que ha crecido con el tiempo y se ha transformado en un refugio, especialmente cuando se trata de plasmar la Palabra del Señor. Lo que me ha sorprendido con el paso de los años es cómo este acto, aparentemente simple, tiene un poder tan profundo para restaurar, renovar y sanar.
A menudo pensamos que la única forma de estar a solas con Dios es a través de la oración verbal, y ciertamente la oración es esencial. Sin embargo, muchas veces descubrí que mi corazón estaba tan lleno de pensamientos, emociones y preocupaciones que las palabras no fluían con facilidad. Era como si un muro se levantara entre mi mente y mi espíritu, impidiendo que mis oraciones fueran tan profundas como deseaba. En esos momentos de silencio y desconcierto, encontré un refugio en la escritura.
Escribirle a Dios se convirtió en una práctica profundamente transformadora. Empecé a llenar cuadernos con listas de peticiones, reflexiones sobre Su palabra, y cartas sinceras donde expresaba mis emociones más profundas. A través de esas palabras escritas, descubrí que podía hablar con Él de una manera personal, íntima, y que, al hacerlo, experimentaba una sanidad profunda en mi interior. Las palabras que no lograba expresar con mi voz, las encontraba en el papel.
El acto de escribir se convirtió en un canal de sanidad para mi alma. A veces, la tristeza, la ansiedad o la frustración eran tan grandes que parecía imposible hablarlas en voz alta. Pero al escribirlas, pude verlas con claridad, desahogarlas, y entregar cada una de ellas a Dios. Esas cartas y reflexiones no solo eran oraciones, sino también un medio por el cual el Espíritu Santo me ayudaba a liberar mi mente y corazón de las cargas emocionales que no podía llevar más tiempo conmigo.
En mi experiencia, escribir me permitió encontrar un espacio donde podía ser completamente honesta con Dios, sin temor a ser juzgada. No había necesidad de palabras perfectas, ni de frases elaboradas. Solo necesitaba ser sincera, vaciarme de todo lo que llevaba dentro, y entregárselo a Él. Al hacerlo, encontraba descanso, paz y una sensación de alivio, como si cada palabra escrita fuera una oración que llegaba directamente a Su corazón.
"Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará; No dejará para siempre caído al justo." – Salmo 55:22
Este versículo me recuerda cómo, al escribir, podemos liberar nuestras cargas, entregándoselas a Dios, quien nos sostiene en todo momento. La escritura se convierte en una forma de liberar nuestro corazón y recibir la paz que solo Él puede otorgarnos.
Además, al escribir, pude ver cómo la Palabra de Dios tomaba vida en mi vida diaria. Las promesas que encontraba en las Escrituras se convertían en recordatorios poderosos cuando las escribía. A través de la escritura, podía meditar en esos versículos, entender su significado más profundo, y aplicarlos a mis circunstancias personales. Dios me hablaba a través de Su palabra escrita, y eso se transformaba en una sanidad constante en mi vida.
"Tu palabra es una lámpara a mis pies, y una luz en mi camino." – Salmo 119:105
Escribir, entonces, se convierte en una forma de adoración y un acto de fe. Al escribirle a Dios, no solo expresamos nuestras peticiones, sino también nuestra gratitud, nuestros miedos, y nuestras esperanzas. Y lo más hermoso es que, en ese proceso, Dios se encuentra con nosotros en ese espacio sagrado, trayendo consuelo, restauración y dirección.
"Y los labios del justo saben lo que agrada, pero la boca de los impíos habla perversidades." – Proverbios 10:32
Si alguna vez te has sentido incapaz de orar con palabras, te animo a que pruebes escribirle a Dios. Encuentra un cuaderno o una hoja de papel, y deja que tu corazón fluya a través de la tinta. Te sorprenderás de lo sanador que puede ser este acto de escritura. Es una invitación a acercarte a Dios de una manera más profunda y personal, permitiendo que Su presencia se manifieste en cada palabra que escribes.
La belleza de escribir no solo radica en lo que decimos, sino en lo que Dios puede hacer a través de nuestras palabras, llevándonos a una experiencia de sanidad y restauración que va más allá de lo que podemos imaginar. "Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán." – Salmo 126:5
Adriana valerin
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